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3 de enero de 2010

Editorial (Núm. 179, Enero-marzo 2010)




Iniciamos el año 2010 con muchas expectativas: Una de ellas tiene que ver con el ámbito de reflexión que ha distinguido el perfil de esta Revista, la educación ambiental. Por ello, abre la edición 179 con una crónica de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Copenhague (COP 15) escrita por el experto ambiental y humanista uruguayo Hernán Sorhuet Gelós. Otra gran expectativa está forjada por la inclusión de la educación por competencias en los programas oficiales de los diferentes niveles educativos en nuestro país. De ese modo, presentamos aquí varias reflexiones, críticas y enfoques alrededor del concepto de competencias. Este es el tema central de nuestra publicación. Así, Felipe Bonilla Castillo y Verónica Arista Trejo, describen el desafío académico que implica a los docentes sumergirse en el desarrollo de competencias en el nivel básico; mientras que Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán nos alerta sobre las dificultades que entraña utilizar un concepto tan poco claro y difuso como el de competencias. Continuando con las reflexiones, Nancy Virginia Benítez Esquivel, dialoga en y con las competencias, los valores y el desarrollo sustentable partiendo de la idea de crisis. Esmeralda Mendoza Garfias, por su parte, nos invita a pensar en las competencias docentes que requiere el nuevo paradigma de las competencias. También, el texto de Flor de María Martell Ibarra nos lleva a reflexionar sobre una competencia fundamental en la docencia: la competencia comunicativa. Y como epílogo alrededor del tema de educación por competencias, Edna Marcela Barrios Gómez y Roberto Rodríguez Padilla describen algunas formas de incorporar la innovación y la investigación considerando la Reforma Integral de Educación Básica.

La edición cierra con un relato escolar, fresco y sorpresivo, de Sofía Suárez Somohano.


Otra expectativa importante está determinada por ser 2010: año del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana, dos eventos significativos y simbólicos en nuestro país. Por esto, las imágenes que nos acompañan en esta ocasión nos recuerdan a uno de los pintores más influyentes en el desarrollo de la identidad y la cultura mexicanas: El muralista Diego Rivera.

Crónica de una desilusión anunciada: La Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Copenhague (COP-15)

Hernán Sorhuet Gelós*


Diario El País, Montevideo, 4 de noviembre de 2009
Camino incierto
Nadie sabe con certeza lo que ocurrirá en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Copenhague (COP-15). Pero sí que en ella está en juego el destino de la humanidad.

La advertencia científica por el calentamiento global es grave. Mientras tanto, se sigue aplicando la vieja estrategia de negociar a favor del interés nacional e ignorar el interés planetario.

Con ese horizonte, lo que ocurra en los próximos días en la Reunión de Negociaciones del Cambio Climático en Barcelona, marcará el futuro de todos.

Sabemos que no hay espacio para el fracaso. El gran desafío es aumentar las economías –combatir la pobreza y elevar la calidad de vida de las sociedades- sin incrementar las emisiones de gases invernadero.

Las responsabilidades en el contexto internacional están bien definidas. Sin embargo falta mucho camino por recorrer para llegar a un acuerdo satisfactorio que incluya compromisos significativos de mitigación de emisiones de los países industrializados, así como de suficientes contribuciones de dinero para enfrentar con éxito la adaptación al cambio climático de los países en desarrollo.

Se necesita un acuerdo post Kioto (2012) más profundo, debido a la magnitud de los desafíos impuestos por la realidad ambiental, política y socio-económica del mundo. La situación exige mucho compromiso, inteligencia y audacia. Ya lo planteó con meridiana claridad el Informe Stern del Reino Unido. Si no se toman medidas audaces y de fondo, pagaremos un precio mucho mayor en todos los órdenes. De hecho, ha llegado el momento de replantearnos el modelo de desarrollo imperante, por ser ¿insustentable?

Sobre la base del principio elemental de que tenemos responsabilidades comunes pero diferenciadas, en la reunión de Barcelona se procura ajustar y acordar un documento definitivo a ser aprobado en diciembre en la capital danesa.

El protagonismo asumido por la Unión Europea puede resultar clave. Apoya la continuidad del Protocolo de Kioto, está dispuesta a asumir reducciones de emisiones de entre 20% y 30% con respecto a 1990, y a una muy importante financiación adicional por año (de 2 a 15 mil millones de euros) para contribuir a la adaptación de los países en desarrollo. ¿Qué harán EE.UU., Japón y Canadá?

Pero, en este contexto tan complejo de las negociaciones, esta ocurriendo algo muy significativo. Algunos países en desarrollo, sin estar obligados, han tomado la iniciativa de reducir sus emisiones de manera voluntaria, demostrando responsabilidad y compromiso, como es el caso de México, Perú y Uruguay. Constituye un mensaje implícito para los países industrializados: “si nosotros podemos hacerlo, ¡cuánto más ustedes que tienen el dinero y la tecnología!”.

Otro mecanismo que se perfila para ser adoptado en la COP-15 es la reducción de las emisiones derivadas de la deforestación y la degradación de los bosques, denominado REDD. Es la causa de cerca del 15% a 20% de todas las emisiones de gases de invernadero. Aunque contiene muchas preguntas a responder, parece claro que los bosques serán la mejor moneda de negociación de Latinoamérica, porque premiará a los que eviten la deforestación. Si fracasa el acuerdo post Kioto en evitar la deforestación de los trópicos, perderemos la batalla contra el cambio climático.

Diario El País, Montevideo, 18 de noviembre de 2009
Tiempo de liderazgos
A menos de veinte días de la realización de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP-15) que tendrá lugar en Copenhague, está claro que no se conseguirá un nuevo acuerdo mundial como estaba planificado desde hace tiempo.

A esta altura se considerará un éxito si se logra un documento políticamente vinculante, con declaración de intenciones de los principales responsables del calentamiento global del planeta. No es casualidad el acuerdo alcanzado la semana pasada entre los presidentes Lula y Sarkozy, de comprometerse a reducir sus emisiones en 50% con respecto a las de 1990, para 2050. Este anuncio aumenta notablemente la presión en particular sobre EE.UU. y China, por ser hoy las dos naciones más contaminantes con gases de efecto invernadero. Ante este panorama nos preguntamos si tiene sentido todo lo que se gastará para la realización de la COP-15, si ya se sabe que habrá declaraciones y no un nuevo acuerdo jurídicamente vinculante que sustituya al Protocolo de Kioto en 2012.

Aunque se siga desviando la atención de un tema tan importante en diversas direcciones laterales, lo cierto es que el cambio climático es el desafío más fundamental que haya enfrentado la humanidad. Basta considerar que afecta de manera muy peligrosa al régimen hídrico, la dinámica del suelo, la estructura de la biodiversidad, y por lo tanto, pone en riesgo la salud humana, la seguridad alimentaria y provoca migraciones humanas forzadas y masivas. ¿Qué más se necesita saber para tomar el asunto muy en serio?

El punto de inflexión en el cual nos encontramos requiere un protagonismo superior de los líderes actuales. Sabemos que la crisis ambiental instalada empeorará, y que cada día cuenta para tomar las medidas necesarias de mitigación y adaptación al cambio climático.

Reputadas organizaciones especializadas como el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, el Centro Hadley de la Oficina Meteorológica británica y el propio Informe “Stern” del Reino Unido, nos dicen que la inacción es mucho más costosa –en todos los órdenes- que la intervención inmediata.

Esta cruda realidad no le da margen a los líderes mundiales para realizar las tradicionales especulaciones en defensa a ultranza de los intereses nacionales y corporativos.

Por lo tanto, Copenhague es un desafío a la inteligencia y responsabilidad humanas. Por eso el fracaso anunciado de antemano es un serio llamado de alerta que debe tomarse con suma seriedad.

Una vez más la pulseada se centra solamente en los aspectos económicos: cuánto dinero habrá, quién lo aportará y cómo se distribuirá. Una vez más los mayores costos los pagarán los pueblos más vulnerables y desprotegidos. Pero, a diferencia de otras ocasiones, el carácter global del cambio climático hará sentir a todos los pueblos sus efectos negativos.

El desafío no tiene parangón. Aunque el dinero apareciera –como ocurrió en la reciente crisis financiera- es imprescindible acordar un nuevo modelo de desarrollo, basado en una baja huella de carbono, la eliminación de la pobreza, la reducción del consumo, la globalización de sistemas de producción y tecnologías limpias, y en una nueva ética ambiental. Necesitamos liderazgos firmes, comprometidos y resolutivos.

Diario El País; Montevideo, 2 de diciembre de 2009
Buscando caminos
A pocos días de comenzar la cumbre de Copenhague (COP-15) sobre el cambio climático, se sabe que no habrá acuerdo vinculante de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero para los países industrializados –responsables históricos del calentamiento global-. En la mejor de la hipótesis, el mismo se alcanzaría dentro de un año en la COP-16 de México.

Es una mala noticia para la humanidad. Deja en evidencia la contradicción que significa, por un lado, comprender un peligro a escala planetaria, y por otro, que los gobiernos se limiten a negociar la manera de invertir menos dinero y obtener el mayor rédito. Al igual que una enfermedad progresiva, cuanto más se demore en mitigar el calentamiento global, peores serán las consecuencias y mayores los costes.

La arista más injusta del problema es que los países que pagarán el precio más elevado son los menos responsables en la generación del problema. La solución de fondo, que nadie desea discutir, es modificar el modelo de desarrollo, lo que incluye la sustitución del uso de combustibles fósiles como matriz energética principal.

Mientras tanto, desde los países ricos y algunos de los emergentes se promete realizar los mayores esfuerzos de mitigación mediante la reducción de la deforestación, promoviendo los biocombustibles, estimulando las plantaciones forestales, fortaleciendo el comercio de carbono, e introduciendo cambios en la agricultura y la ganadería.

Este último punto es de sumo interés para Uruguay. En nuestro país casi el 80% de las emisiones de gases de invernadero provienen de la agropecuaria. Por ser un país agropecuario por excelencia, le atribuye gran importancia al impulso de estrategias de mitigación en la agricultura, que sean sustentables y garanticen la seguridad alimentaria. Se habla de prácticas, procesos y metodologías que ayuden tanto a la mitigación como a la adaptación al cambio climático, sin afectar las posibilidades de desarrollo y afectar negativamente los ecosistemas. Uno de los puntos neurálgicos es la transferencia de recursos y tecnología.

No extrañó que en el plenario de la reunión de Bangkok, Uruguay planteara la inclusión de la agricultura en la agenda de mitigación. Sin duda la demanda de alimentos crecerá de manera sostenida. Por lo tanto hay que hallar la forma de reducir las emisiones de gases de invernadero por unidad de producción. Como existe poca investigación sobre tecnologías más eficientes en ese terreno, es imprescindible estimular lo antes posible la cooperación, investigación y traspaso de tecnologías apropiadas de los países vanguardistas a los nuestros.

En ese sentido Uruguay ya integra un grupo de investigación formado por países como Nueva Zelanda, EE.UU. y la Unión Europea.

Hay que estar atentos para evitar que, con el tiempo, las prácticas agrícolas que no logren determinados niveles de reducciones de emisiones se transformen en barreras comerciales.

En la actualidad la agricultura es responsable del 16% de las emisiones mundiales de gases de invernadero, y tarde o temprano se abordará su modernización dentro de las estrategias de mitigación. Más vale que nuestros países trabajen desde ya en el asunto, para transformar en oportunidad lo que se presentará como un problema.

Diario El País; Montevideo, 16 de diciembre de 2009
Sin sorpresas
Estamos en la recta final de la Cumbre de Copenhague donde representantes de todos los países del mundo negocian aspectos que pueden llegar a ser trascendentes y decisivos para el destino de la humanidad.

Aunque existe el firme interés de las naciones desarrolladas de proyectar optimismo sobre los resultados que se obtengan en la COP-15, lo cierto es que en la conferencia domina un clima de preocupación y desilusión.

Bloques como el de los países africanos o los pequeños estados insulares denuncian el interés de priorizar los acuerdos a largo plazo en el ámbito de la Convención de Cambio Climático –integrada por todos los países- en detrimento del Protocolo de Kioto –que obliga solo a las naciones industrializadas-. Kioto es el único acuerdo concreto y en aplicación del que disponemos, para reducir emisiones de gases de efecto invernadero y promover ayudas económicas y transferencias de tecnologías limpias hacia los países en desarrollo.

Uno de los problemas mayores es que las rondas de negociaciones están fragmentadas por áreas específicas, aunque están todas muy relacionadas. Por ejemplo, no se puede avanzar en estrategias de mitigación sin considerar las de adaptación y viceversa.

Como bien dijo el Secretario Ejecutivo de la Convención, Ivo de Boer, para que Copenhague sea un éxito el nivel de ambición de los acuerdos tiene que ser equiparable a la gravedad del problema. Por lo tanto, esto requiere un nivel de cooperación sin precedentes no solo entre países, sino también entre Gobiernos, organismos y el sector privado.

Se sabe que de aquí al viernes no se logrará un acuerdo ambicioso, aunque seguramente habrá anuncios alentadores. Lo importante se postergará por lo menos para la COP-16 a realizarse dentro de un año en México.

Es una lástima que así ocurra. La urgencia de solución de los problemas ya instalados en todo el planeta lo verifica. Pero además estamos dejando pasar una oportunidad única e inesperada, provocada por la crisis económica y financiera internacional. Una de sus consecuencias es que se constató un descenso en las emisiones de gases debido a la retracción de actividades y de consumo.

Mientras la economía se va recuperando, se nos presenta la gran oportunidad de dirigir las nuevas inversiones que llegarán de todas partes, hacia una infraestructura de bajas emisiones en gases de efecto invernadero.

La oportunidad es breve y pasajera pues la recuperación de las economías está en marcha. Habría que aplicar nuevas políticas, medidas e inversiones “bajas en carbono” a un costo mucho menor de sí se intentaran en épocas de estabilidad y prosperidad.

En el fondo, el cambio climático nos enfrenta a nuestra propia incapacidad de aplicar modelos de desarrollo sostenibles y justos para todos los habitantes del planeta. Nadie desea discutir seriamente que en pocas décadas la humanidad debería abandonar el consumo de los combustibles fósiles y que los costes ambientales deberían formar parte inseparable de la factibilidad de los emprendimientos y políticas de desarrollo.

Diario El Pais; Montevideo, 30 de diciembre de 2009
Refugiados Climáticos
El fracaso que significó la postergación de lograr en Copenhague un acuerdo vinculante de reducciones de emisiones de gases de efecto invernadero, agrava la situación mundial. Pesaron más los argumentos políticos y económicos a corto plazo, sin que nadie asuma la responsabilidad de las consecuencias.

Mientras tanto, avanza el convencimiento que trabajar en estrategias de adaptación al cambio climático es una decisión sabia e impostergable, porque el consenso científico anuncia cambios significativos en la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas, provocados por el calentamiento global.

Una de las consecuencias más dramáticas de estas alteraciones a escala planetaria merece la máxima atención. Se trata de las migraciones masivas que ocurrirán en los lugares del planeta donde los cambios golpeen más duro.

La desaparición de los glaciares continentales, la ocurrencia de eventos naturales extremos y con mayor frecuencia (sequías, inundaciones, huracanes, etc.), la elevación del nivel del mar, la salinización de las tierras y napas freáticas, la desertificación, el traslado de zonas tradicionales de producción de alimento, son situaciones en marcha que llegaron para complicar aún más la vida de miles de personas en todo el mundo.

Ante esta crisis por ahora no hay “ambiente” en los ámbitos idóneos de Naciones Unidas para anticiparse a los daños. Nos referimos a la resistencia a discutir la necesidad de aceptar la existencia de la categoría de refugiado ambiental o refugiado climático.

Aunque reputados analistas como Norman Myers de la Universidad de Oxford, pronostican que para 2050 podría haber unos 200 millones de personas forzadas a desplazarse como consecuencia del cambio climático, nadie quiere hablar de nuevo refugiados, debido a las implicancias políticas y económicas que ello implica.

La cifra es impresionante. Significa que una persona de cada 45 en el mundo se vería forzada a abandonar su lugar de vivienda.

Por ahora se insiste en hablar de migrantes ambientales o climáticos, aunque existe una diferencia fundamental entra ambas categorías: mientras los migrantes se desplazan voluntariamente en busca de mejores condiciones de vida, los refugiados lo hacen en forma compulsiva, porque corre riesgo su integridad física y su vida. Otra diferencia es que al hablar de “refugiado” se considera implícita la situación de cruce de una frontera internacional, lo que no necesariamente está ocurriendo en materia ambiental o climática. También siempre está latente la posibilidad de regresar si la situación original cambió.

La humanidad enfrenta circunstancias nuevas y, por lo tanto, demandan soluciones creativas. Asusta la posibilidad de que los países deban ofrecer el mismo amparo que a los refugiados políticos, pero la realidad actual presiona con el mismo imperativo moral. La categoría de refugiado climático debería incorporarse a las negociaciones dentro del componente de adaptación al cambio climático.

*Periodista ambiental uruguayo.


El desarrollo de competencias en la educación básica: desafío académico para docentes

Verónica Arista Trejo*
Felipe Bonilla Castillo**
“En la educación, se escribe tanto,
se habla tanto y se hace tan poco”


El destino de una sociedad se encuentra en el tipo de educación que se ofrece a sus niños y jóvenes de los niveles básicos. En el contexto actual atravesamos por un proceso de reforma en el que parece que nadie está conforme con lo que se tiene, se plantean nuevos desafíos en los que las respuestas del pasado ya no son suficientes y los docentes de educación básica nos preguntamos ¿cómo enseñar a las nuevas generaciones? ¿Qué implica el paradigma de enseñanza por competencias?, un panorama donde muchas veces es más claro lo que no se quiere hacer que lo que se quiere hacer. Muchos nos aferramos a los métodos pedagógicos tradicionales y mantenemos que “lo que se aprende de memoria no se olvida”. Los maestros trabajamos enfrentando el aula y muchas veces los que nunca han estado en un grupo escriben pedagogía y no dan respuestas a la realidad del salón de clases. También nos guiamos por nuestra intuición y llegamos a ser maestros, que en el mejor de los casos, logran algunos resultados positivos, sin embargo se carece de sustentos teóricos. Parece que uno de los problemas fundamentales es la disociación entre el saber pedagógico y la realidad de la escuela.

Cambiar la educación es un proceso difícil, pero qué sentido podemos darle a una reforma, si bien algo que caracteriza nuestra sociedad es que parece que todo lo concentramos en el presente, el pasado es letra muerta, lo ideal es pensar en todo aquello que es nuevo: los nuevos modelos de organización política para el futuro, la incertidumbre de una sociedad amenazada por los catástrofes ambientales, niños y jóvenes con historias de vida complejas y una continua sensación de que el futuro es incierto y que contamos con una educación en total estado de orfandad.

La atención que se ha centrado sobre hablar de competencias ha tomado muchas interpretaciones desde centrarlas a las cuestiones de economía y empresas de una sociedad capitalista que recluta personal, un elemento de la política educativa del Estado o una moda pasajera como ha ocurrido con otros elementos de corte psicopedagógico.

Lo cierto es que los maestros de educación básica empiezan a hablar de competencias: unos con gran confusión, otros con mayor dominio y otros más con un buen discurso pero sin saber qué hacer con ellas en el aula.

Las autoridades educativas han instrumentado cursos para la comprensión del concepto de competencias en la escuela a partir de la definición que establece el plan de estudios de educación básica, cuando cita que Sin embargo, la pregunta sigue vigente: ¿cómo hacer para que las competencias las operacionalicen los maestros en el salón de clases, teniendo en cuenta, situaciones particulares como el caso de los maestros de educación primaria que deben trabajar con diferentes asignaturas, al igual que contenidos, propósitos y aprendizajes esperados?
“Una competencia implica un saber hacer (habilidades) con saber (conocimientos), así como las consecuencias de ese hacer (valores y actitudes). En otras palabras, la manifestación de una competencia revela la puesta en juego de conocimientos, habilidades, actitudes y valores para el logro de propósitos en contextos y situaciones diversas, por esta razón se utiliza el concepto “movilizar conocimientos.”[1]
La tarea para el maestro no es fácil y significa un verdadero reto el trabajar las competencias en la escuela, su alcance, su contexto, las diferencias en los alumnos, el uso de recursos, el establecer estrategias didácticas adecuadas, la recuperación de experiencias docentes y por si fuera poco, cómo recuperar todo ello para planear el desarrollo de las competencias y cómo evaluar los logros de los alumnos.

¿Qué nos demanda la sociedad actual?, hemos transitado por las misiones culturales de los años 2Os con el esquema vasconcelista, hemos sido escenario de confrontaciones religiosas a fines de los 20s y primera mitad de los 30s, se ha pasado por proyectos radicales de integración nacional, por un Plan que dio continuidad durante 11 años en los 60s, se ha vivido un contexto político autoritario con el conflicto estudiantil de 1968, hemos pasado por la descentralización de la educación en los 90s. Hoy la consigna son las competencias, considerar contenidos básicos y una articulación de la educación básica.

Lo cierto es que el currículum por competencias está en la escuela y habrá que enfrentarlo, con la orientación y dirección de los maestros. Pero veamos ahora que pasa con los maestros.

Los maestros y el currículum por competencias
Existe una gran resistencia en las escuelas por la confusión en los maestros sobre lo que significa trabajar un curriculum por competencias y por la dificultad que éste representa y que se presenta como algo que cambia totalmente la práctica educativa. Esto lo lleva a plantearse preguntas como las siguientes ¿Cómo recupero mis experiencias como docente?, ¿para trabajar competencias debo cambiar totalmente mi forma de enseñanza?, ¿cómo logro que mis alumnos desarrollen conocimientos, habilidades, actitudes y valores?, entre otras.

Si bien el currículum por competencias es algo reciente, en los términos de la pedagogía, no significa que no se haya trabajado en las escuelas. Posiblemente no se lleva a cabo de manera articulada y secuenciada, es decir, buscando que la información o los conocimientos que logren los alumnos, sean capaces de aplicarlos en su vida diaria desarrollando una habilidad y al hacerlo muchas veces asumen una responsabilidad con conciencia del bienestar que puede traer para él y las personas que están cerca. Un ejemplo puede ser el tema del agua. En la escuela aprenden cuál es su fórmula química, de dónde es su origen, para qué sirve y cómo se está acabando; pero en estos momentos no basta con tener sólo estos conocimientos, el maestro debe, por ejemplo, desarrollar una campaña para el cuidado del agua en la escuela, detectando fugas, evitando el dispendio en las tomas de agua, en los sanitarios etcétera, por medio de la difusión de la información, con carteles, pláticas, conferencias, visitas a los grupos. Esta actividad se puede hacer extensiva al lugar donde viven los niños y niñas, en su casa, en la casa de sus familiares, amigos, conocidos, vecinos. De esta forma podemos observar no sólo cómo se desarrollan conocimientos, también se logra que el alumno los aplique y desarrolle habilidades de comunicación y principalmente que se conforme una conciencia social, al participar de manera responsable e informada en un problema que afecta a todos. Este tema no es privativo de algún grado escolar, se puede retomar en cualquier momento y vincularlo con varias asignaturas, ciencias naturales, geografía, historia, matemáticas, español, educación artística, formación cívica y ética. Con este ejemplo, es claro que el maestro recupera su experiencia, y debe generar los conocimientos acumulados, es decir partir de donde ellos se encuentran, no sustituir lo que están haciendo, sino que lo que están haciendo lo hagan mejor. [2]

Como se puede observar, el trabajo por competencias requiere un cambio en la dimensión de la práctica docente, pero no una ruptura absoluta, porque de ello depende que el aprendizaje tenga un sentido para el alumno, sin embargo esto no requiere un nuevo maestro o un maestro que deje a un lado su experiencia y parta de cero, cosa imposible por supuesto, pero si requiere de un maestro que esté dispuesto a incorporar un elemento más a su práctica docente y que no se trata de quitar y poner, por el contrario es buscar respuestas prácticas en el aula que faciliten junto con sus alumnos el logro de conocimientos, el desarrollo de habilidades y de valores y actitudes tanto en el aula como fuera de ella, como son la responsabilidad, el respeto, la solidaridad, la tolerancia entre otros. El reto no es menor, sin embargo los maestros han enfrentado retos como éste y los han logrado superar.

También es importante comentar que el concepto de competencias no es algo acabado, y lo dicen autores como Perrenoud [3] , es un concepto en construcción que hay que tomarlo con mucho cuidado, principalmente cuando lo llevamos a la educación. De ahí que las autoridades educativas deben ser muy claras en su discurso y en la formación hacia los maestros y evitar como algo coherente, algo que no lo es[4] , cuando menos en estos momentos.

Otro aspecto que deben considerar los maestros es la literatura de algunos autores que hablan de competencias, generando confusión, por ejemplo, dicen que al elaborar una monografía [5] no se desarrollan competencias y surge la pregunta: ¿no se requieren conocimientos?, ¿no es importante dominar ciertas habilidades para lograrlo?, ¿no se debe saber cómo consultar, seleccionar e interpretar las fuentes de consulta?, ¿no debo poner en juego mis valores de responsabilidad y respeto para elaborarla? Y ¿no es necesario contar con una actitud crítica ante la información? En nuestra opinión para elaborar una monografía se movilizan conocimientos, habilidades y valores. Por ello, es importante tomar una postura crítica ante la lectura de textos que se refieran al desarrollo de competencias.

No todo se traduce en competencias para la vida y no todo trasciende del aula al ambiente social del alumno
Es claro que en las últimas décadas, a la escuela se le han asignado responsabilidades que no le tocan, es decir, en la escuela hay que considerar aspectos de seguridad, salud, financieros, ambientales, cívicos y éticos. Cuando deben ser de responsabilidad social y no exclusivas de la escuela, con ello, se está condenando a la escuela al fracaso. No debe ni puede asumir responsabilidades que corresponden a otras instituciones como la familia, las de seguridad, las de protección al ambiente, las de salud, etcétera.

En estas condiciones la escuela tiene una tarea titánica, por ello, hay que tener muy claro que no todos los conocimientos, habilidades, actitudes y valores que se desarrollen en la escuela tienen un impacto fuera de ella, no dejan de ser aprendizajes cotidianos, pero no significativos. Esto nos lleva a considerar la construcción de un currículo donde no todo tiene que aprenderse en la escuela. La escuela es corresponsable de la formación de niños y niñas, pero no la única responsable. No se puede pensar que lo que no se aprende en la escuela, no se aprende en ninguna parte.

¿Qué se puede esperar de los profesionales de la educación?
Como docentes seguramente coincidimos en pensar que la educación debemos colocarla como un pilar de la sociedad, como parte de la Justicia social que requiere nuestro país, si no hay sociedad justa entonces no podemos hablar de competitividad y cumplimiento de la expansión de la sociedad, pero si apelamos a la justicia entonces para que exista deber haber educación, pero con calidad. Antes podíamos incluírnos al mercado laboral aún sin formación, hoy el mercado nos hace una nueva demanda, requiere de competencias que debemos obtener de la educación que nos da la escuela.

En este contexto, los docentes no podemos hablar de un discurso para desarrollar competencias si no empezamos por buscar nuestras propias competencias para dar respuestas a lo que nos demanda una sociedad que puede avanzar con nosotros, sin nosotros o incluso contra nosotros. Por tanto hablemos que debemos prepararnos en el enseñar para la vida. Comenzar por actualizar formatos y trayectorias de formación para el aprendizaje de nuestros alumnos, que les permita construir aprendizajes para enfrentar el mundo cambiante que les ha tocado vivir, si algo tenemos claro es que nadie sabe cuáles serán los requerimientos dentro de unos años, pero pensemos en lo que necesitamos para contribuir a la calidad educativa no en sentido de discurso político sino como compromiso ético de los que estamos involucrados en la educación. Parece que el saber de contenidos, de didáctica y de pedagogía no es suficiente para concretar nuestro trabajo, tal vez debamos considerar como puntos de este cambio que se requiere de otro desempeño profesional como docentes de la educación con conocimientos y saberes transversales, que si queremos con el discurso alumnos críticos y reflexivos, nosotros debemos concientizar el salir de la omnipontencia del “lo se todo”, se trata de que nosotros también interacturemos entre lo que se sabe con lo que no se sabe, esto último es requisito básico para avanzar, si yo no identifico mis debilidades ¿cómo voy a pretender cambiar? Se trata de un compromiso ético que debe contar con capacidad asertiva, de disposición al cambio para salir adelante. Se requiere de aptitudes, como el analizar, tener un pensamiento crítico, reflexivo y sobre todo imaginación, para pensar que las cosas se pueden transformar y que tendremos que reinventar y asumir desafíos cada día. Requerimos también del saber hacer, es decir de contar con un proyecto educativo, de una planificación estratégica en nuestras aulas. Debemos saber cómo cambiar, cómo generar comunidades de aprendizaje, repensar que las soluciones de ayer no sirven para hoy, por reiterativo que parezca ser competentes implica el saber con conocimiento, el saber emprender y el saber ser. No olvidemos también que para formar un niño interviene todo un colectivo docente, por lo que el trabajo colegiado nos permite un hacer juntos, dando sentido y pertinencia a lo que hacemos en el aula, es hacer juntos caminos y emprender acciones para garantizar el desempeño de nuestra institución. Si no comprendemos quiénes son nuestros alumnos no podemos hablar de enseñar competencias, reconozcamos, somos maestros del siglo XX con alumnos del siglo XXI. Hay que asumir una dinámica de procesos por vivir en el corto, mediano y largo plazo, somos actores con toma de decisión en cuanto a cómo hacemos nuestra práctica en el presente, al que queremos cambiar y al que esperamos ser en el futuro. Si bien en educación no todo cambio implica una mejora, debemos engancharnos con las estrategias que generen más aprendizajes para nuestros alumnos.

El hablar de ser competentes es ampliar nuestra red conceptual de saberes tanto pedagógicos, como de contexto y de organización de nuestros centros de trabajos. Dejemos el pensamiento de esperar niños y jóvenes como nosotros fuimos, hay que asumir que es otra época, que los alumnos que tenemos en nuestras aulas son el resultado de un proceso de socialización donde hemos influído, cuántas veces los alumnos no han visto reflejado nuestra forma de hacer el trabajo, de nuestra puntualidad para llegar al trabajo, de la sonrisa con la que los saludamos o incluso hasta el cansancio cuando se cubre una jornada de tiempo completo.

Nuestro presente nos habla de una sociedad con una rápida evolución del conocimiento, lo que hoy sabemos será obsoleto en poco tiempo; entonces requerimos de un pensamiento de renovación permanente, una escuela que enseñe a aprender, que enseñe a reflexionar, que enseñe a ser crítico.

Un cambio implica rupturas pero también continuidades si mi principio fue el uso de la memoria esta puede seguir usándose en sentido educativo, recordemos que para ser creativo se requirió ser repetitivo, no los grandes conocimientos científicos fueron ensayo y error constante, no las páginas de literatura más maravillosas de la historia tuvieron que ser escritas y reescritas; tenemos que aprender a convivir que es hablar de una solidaridad voluntaria, en la que el trabajo en equipo y la colaboración son fundamentales para construir, para escuchar lo que dicen otros, para participar, para apostar a la innovación en el aula.

Influyamos positivamente en nuestros alumnos, pero sin la comprensión de lo que implica una reforma no como discurso político, sino como cuestión académica que nos permitirá navegar con participación y compromiso a los que navegamos en el mundo de la educación, a los que tenemos por trinchera un salón de clase. Nunca hemos dejado de ser alumnos, nosotros también debemos tener el permanente deseo por aprender no porque me impongan un cambio, sino porque todos los días al entrar al aula estamos volviendo a aprender de cada situación con nuestros compañeros y con nuestros alumnos. Vamos a dejar de acumular los conocimientos de la escuela y de los libros, de caer en el verbalismo de citar conceptos y teorías como mecanismo de defensa para ocultar la ignorancia del saber qué hacer, es hora de poner en práctica lo que sabemos. [6]

¿Qué se requiere para un cambio? La formación de los docentes, recursos, seguir trabajando en una política que le apueste a la educación de calidad con un mejor reconocimiento del papel que juega el maestro, con apoyo en recursos para las escuelas, con becas que permitan a los alumnos seguir estudiando, con un proceso de formación contínua que sea sustentable en el tiempo, con proyectos de institución que sean incluyentes, con maestros con un comportamiento ético y profesional, con actitudes congruentes en su ser y en su actuar, con aceptar que es necesario elevar niveles de exigencia con nosotros mismos. Si queremos esa justicia social, apostemos a ofrecer calidad y esto se logra con responsabilidad profesional, que sólo es posible si movilizamos nuestro TALENTO Y COMPROMISO.

Referencias
Coll, César. Seminario sobre Reforma Integral de la Educación Básica en México, Madrid, octubre 2009.
Frade, Laura. No todo son competencias
Perrenoud, Philip. Conferencia sobre competencias en la formación docente. Guadalajara, México. Marzo 2009.
SEP. Plan de Estudios 2009. Educación Básica Primaria
SEP. SEB. Seminario Internacional sobre la Reforma Integral de la Educación Básica. Juan Carlos Tedesco en “Los desafíos de la Educación básica en el siglo XXI”; Francisco Miranda en “La Reforma de la Educación Primaria. Enfoque, propósitos y Aspectos transversales”; y Pilar Pozner en “Identidades profesionales en transformación”.

Notas
*Alumna de la maestría en Educación Básica. Universidad Pedagógica Nacional. UPN

**Profesor de la Universidad Pedagógica Nacional. Unidad UPN 095 D.F. Azcapotzalco.
1. SEP. Plan de Estudios 2009. Educación Básica Primaria
2. Coll, César. Seminario sobre Reforma Integral de la Educación Básica en México, Madrid, octubre 2009.
3. Perrenoud, Philip. Conferencia sobre competencias en la formación docente. Guadalajara, México. Marzo 2009.
4. Ibidem.
5. ¿Qué no es una competencia? http://www.calidadeducativa.com
6. Notas del Seminario Internacional sobre la Reforma Integral de la Educación Básica. Juan Carlos Tedesco en Los desafíos de la Educación básica en el siglo XXI; Francisco Miranda en La Reforma de la Educación Primaria. Enfoque, propósitos y Aspectos transversales; y Pilar Pozner en Identidades profesionales en transformación.

Competencias educativas: primeras reflexiones personales desde lo vivido

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán*


1.-Definición y connotación
El lenguaje es algo vivo. Las palabras caminan por las culturas como piedras que ruedan dejando -a su paso- de ser lo que eran. Las sociedades son las que inventan, usan y desarrollan esas palabras, además son las encargadas de modificarlas de acuerdo a necesidades distintas, nuevas connotaciones, particularidades, innovaciones o un aprovechamiento léxico diferente.

Soy un hombre de más de cuarenta años, por tanto moderno; no posmoderno, sobremoderno o hipermoderno. Para cuestiones del saber, entonces, dependo más de los libros que de la tecnología. Objetos a los que soy adicto; que atesoro y acumulo y que me desbordan. Cosas hermosas de papel llenas de palabras que guardan significados, conceptos e historias.

Acudo a uno de los muchos textos mágicos llamados diccionarios que saco de una segunda hilera de libros. Supongo que fue de alguno de mis hijos por el título: es un Larousse. Diccionario Escolar, fechado, según la página legal en 1989 (trigésima reimpresión).

Busco la definición de Competencia y encuentro tres significados:
- Rivalidad entre varias personas que persiguen el mismo objetivo.
- Conjunto de los que ejercen el mismo comercio o industria.
- Atribución para juzgar

Infiero algunas cosas teniendo en cuenta que se trata de un texto para alumnos pequeños y los veinte años de capitalismo salvaje, desde la caída del Muro de Berlín, que ya calan.
a) Que competencia es lo opuesto a términos como colaboración y solidaridad.
b) Que el mercado necesita invadirlo todo con términos afines. Es decir, extender dominio de una definición a otros campos, por ejemplo la educación.
c) Que la atribución de juzgar es distinto al de solo hacer, porque pasa por procesos de conocimiento que con frecuencia llevan a mirada crítica.

No encuentro en el viejo texto de cuatro lustros de existencia la palabra educación por ninguna parte.

2.- Medida y realización
En 1993, después de una serie de eventos académicos desafortunados quedé, sin que yo lo deseara, como responsable de una investigación educativa – que había obtenido un financiamiento de la Secretaría de Educación Pública y el Consejo de Ciencia y Tecnología- que tenía el lindo nombre de La competencia comunicativa en los libros de texto de tercer año de primaria. Yo lo único que sabía del tema es que los entonces maestros del Programa Académico de Educación Ambiental nos habíamos juntado en el despacho de mi padre a construir un protocolo entre todos, que lideró Alejandro Barrera. Él había tomado un curso sobre comprensión lectora con Frida Zacaúla Sampieri en la Universidad Nacional Autónoma de México y de ahí había extraído la idea. Yo quedé al frente básicamente por tener las condiciones institucionales que la convocatoria señalaba.

Ante la incompetencia para tal objeto de estudio fuimos a convencer a la Dra. Zacaúla para que nos diera luces académicas. Fue sin duda la mejor decisión de este proyecto y la que, a la postre, lo llevó a feliz puerto. Después de que aceptara, ella nos motivo a leer a Van Dijk. De ahí nuestra vida de las biomasas y el estilo de desarrollo, dio un giro a los textos, contextos, producción y comprensión del discurso, los roles socio-comunicativos, el léxico, las combinaciones discursivas de la oraciones, la coherencia, los actos de habla, y los turnos conversacionales o los simples cambios de tópico, los diccionarios de uso y la lectura de libros y la aplicación de instrumentos en la escuela.

La parte que más me gustaba de esta investigación era la que nos colocó de frente ante el material didáctico todavía más usado en las escuelas públicas: los libros de texto elaborados por la Comisión de libro de texto gratuito. Por eso en alguna sesión con nuestra asesora le pregunté con mucha modestia si el título de la investigación era correcto. La respuesta fue más o menos ésta:

"Sí, por supuesto; lo que andamos indagando es si los libros de texto son los óptimos, si son competentes para nuestros niños de esa edad y escolaridad."
Entendí entonces que ella se refería a competencia como una vara a alcanzar; como una medida. Es una ejecución a la altura o no de alguien. Algo realizado en relación a algo. Un hecho a comparar.

3.- Necesidad y Ausencia
Seis años después en mi breve paso por la Secretaría del Medio Ambiente, la Revista Básica me pidió una aproximación a un deber ser del educador ambiental. Me sentía preparado para el desafío gracias a la visión panorámica que tenía del campo de la educación ambiental desde mi puesto de vigía, el panóptico que fue el Centro de Educación y Capacitación de la citada secretaría, al finalizar la década del siglo XX.

Fue muy grato encontrar gente tan distinta que se asumía educadora ambiental. Muchas visiones y formas de trabajo, diversas virtudes y tres necesidades y ausencias notables: no leían con suficiencia; tampoco documentaban por escritos sus logros y dificultades; y presentaban algunos problemas de comunicación y didácticos. El artículo que se publico se llamó Salmones y Competencias básicas de los educadores ambientales.

Lo de salmones era un homenaje a esos educadores que habían decidido, como vocación indómita y plenaria pasar su vida a contra- flujo, contra la corriente dominante. Del artículo aprendí que la competencia está asociada a la carencia y al desarrollo de elementos indispensables para cubrir esa necesidad.

4.- Niveles e incentivos
Soy humano y tengo placeres y pasiones, algunos de ellos son: el afecto por el otro, dar clase, estar con mi familia, correr en la playa, ver como sube el telón en el cine, leer y a veces escribir.

Sé, porque me ayuda la auto-crítica, el nivel que para cada uno de ellos alcanzo. Por ejemplo: a veces doy buenas clases, pero otras no estoy suficientemente para los míos. No me cansa ver tres películas en un día, pero a veces me duele escribir.

Por complemento humano, también tengo cosas que no me gustan: los horarios, escuchar estupideces, el excremento de las mascotas, las obras públicas, la televisión nacional, los impuestos, la desigualdad y manejar autos. Esto último lo hago porque vivo- qué remedio- en una sociedad/ciudad/calle/vida diseñada para autos: no me gusta y por consecuencia lo hago mal. Mi hijo Alain, cuando intento subir al volante en su presencia me dice: hay te va, pa. Me quito obediente y convenientemente. Aprendí a meter y sacar el pedal izquierdo, a espejear, a frenar con amarillo en el semáforo, a poner los parabrisas con la lluvia y hasta cambiar una llanta. Pero nunca seré piloto de fórmula uno. ¿Cuántos niveles de competencia abra entre mi forma de conducir y la del varias veces campeón alemán Michael Schumacher? No lo sé; seguramente infinitas. Pero si sé algo: a él le gusta conducir y a mí no.

Tal vez las competencias tengan que ver con otras variables como la aptitud, el tiempo dedicado, la paciencia, el esfuerzo, los incentivos, el saber en qué lugar estamos y dónde queremos estar, la pasión y la paciencia.

5.- La vida real y los ladrillos
Sin lugar a dudas, las conferencias con mayor asistencia en el Congreso Mexicano de Investigación Educativa (COMIE 2009), celebrado en el Puerto de Veracruz en septiembre, fueron las de dos españoles: Cesar Coll y Pérez Gómez. Más allá de una lectura malinchista de la atracción de estos pedagogos (que los españoles nos enseñen tauromaquia, no pedagogía, decía el filósofo Lora Cam) creo que el éxito se debió al tema. Así que ahí estuvimos como los católicos en la Plaza de San Pedro, ante el sermón en la playa.

Ambos desarrollaron el asunto de las competencias, que al parecer no sólo es una preocupación (caída quién sabe de dónde y por lo mismo limitada) sino internacional.

Los dos parten precisamente de un diagnóstico del estado (no muy halagüeño, más cerca de la descomposición) de la educación en el mundo. La gran coincidencia de ambos pensadores es que no todo es malo (ni totalmente bueno) en este enfoque. También estuvieron de acuerdo en que estamos ante un concepto poliédrico y polisémico.

Destaco algunos conceptos:

Por ejemplo Coll señaló que la competencia tiene que ser integral, práctica, estar fincada en la vida real y sobre todo contextualizada. Puso el ejemplo de la expresión oral: depende de dónde y con quien estemos para saber si alcanzamos alguna competencia. El centro en la vida real para este autor resulta muy positivo pero obliga a repensar la escuela toda.

Para Pérez Gómez nunca se debe asumir la competencia en forma mecanicista, sino en forma compleja, abierta y holística. En las competencias se involucran cuestiones como los hábitos, los afectos, la socialización, el compromiso, las tareas para la vida.

Por su parte Pozo- ya no en Veracruz, sino en la teoría- no es poco lo que exige para el término (Competencias para (con) vivir con el siglo XXI: 2008). Para él la competencia es:

"Un conjunto de recursos potenciales (saber qué, saber cómo y saber cuándo y por qué) que posee una persona para enfrentarse a problemas propios del escenario social en el que se desenvuelve."
Lo que queda claro, gracias a los colegas ibéricos es que estamos ante un concepto en construcción. En obra negra o incluso en los cimientos teóricos. No de una casa para ser habitada.

6.- Hacer y reflexión
El salón de clase y los grupos en los que me desempeño como docente han sido por largo tiempo mis grandes maestros. Como profesor mi hábitat, nicho y el ecosistema en el que me he desarrollado y sobrevivido tienen que ver con ese espacio y los seres humanos con los que trato de cumplir una tarea que nos ha sido asignada: formar y aprender. Educar me transforma, intentando cumplir la misión educativa.

En esa tarea me gusta innovar con ejercicios que voy tomando de aquí y de allá, y que modifico para que motiven a los alumnos a ejercer el pensamiento y manifestarse públicamente.

Cuento muy sintéticamente tres de ellos, de la que desprendo una pequeña reflexión.

a) Construcción
El primero lo practiqué durante toda la década de los ochenta principalmente con mis grupos de bachillerato, en diversas instituciones académicas. Lo tomé de esos cursos para maestros que nos obligaban a ir inter-semestralmente y lo fui modificando.

Le llamé Construcción y era más o menos el siguiente:
1. A los alumnos se les pide que escriban una palabra en el pizarrón. La primera que les venga a la mente. Los alumnos van pasando uno a uno.
2. El pizarrón se llena de palabras. Los alumnos leerán de manera general las palabras.
3. La verdadera innovación viene a continuación: dependiendo del contenido de la disciplina que se trate, se les pide a los alumnos que tomen algunas palabras para construir un enunciado lógico.

Reflexión: A lo que se llega, en principio, es algo muy obvio; el hacer pasa por el pensar. Lo que entonces se tiene que estimular es el pensamiento y después la acción.

b) Viaje a la India
La estrategia didáctica es muy sencilla: se les pide a los alumnos que elijan algo que desearían les regalaran en una fecha especial.

También aquí el pintarrón se va llenando de palabras que develan deseos largamente acariciados. Autos, juegos de video, perfumes, viajes, fiestas, celulares, balones, playeras, aparatos electrónicos, etc.

Al finalizar el listado. Sin mediar nada se les habla de Mahatma Gandhi y/o la madre Teresa de Calcuta: historia, biografía, principios, su práctica y sobre todo sus deseos.

La última actividad es una pregunta ¿Alguno de estos dos personajes cambiarían sus convicciones por alguna de las cosas que están anotadas?

Reflexión: Nuestro hacer tiene que ver con nuestro contexto, que nos marca una forma de ver y apropiarnos del mundo y sus objetos. Si nos asomamos a otros entornos y otras ideas, el hacer también se puede transformar.

c) La palabra educación
Más recientemente ya como formador de docentes, pero también en conferencias y pláticas, se me ocurrió preguntar sobre lo que significa la palabra educación (como ese viejo libro-conferencia del maestro Juan José Arreola, publicado en los setenta del siglo pasado). Irremediablemente se llena rápido el espacio del pizarrón y entonces pido cartulinas o cualquier otra cosa donde seguir anotando. Se han cubierto paredes enteras de auditorios con frases como las siguientes:

- La educación es permanencia; es el acervo cultural que pasa de una generación a otra;

- La educación es reproducir ideas, ideología, proyecto, formas de pensar , formas dominantes; hegemonía;
- La educación, desde otra arista, es lo que no se debe olvidar. Es historia, memoria y resistencia, es una coraza protectora a favor de lo construido;
- Es la estrategia sobre todo didáctica para estar donde nos soñamos como humanidad, país o individuo;
- Lo educativo es transformación y cambio;
- Es enseñanza, aprendizaje y la relación entre ambas: contexto y situación;
- Es una relación que se entabla entre maestro y alumno. Por tanto una relación de poder;
- La educación es sedimentación y exploración simultáneamente;
- La educación es un saber en constante movimiento; una espiral sin fin y sin freno;
- Para otros lo educativo son objetivos y metas muy bien redactados a favor del estudiante y el uso de nuevas tecnologías para alcanzarlos;
- Hay quien ve a lo educativo como piso firme y quien lo mira como campo minado, pantano o selva;
- Lo educativo es el camino para obtener el éxito o asegurar el fracaso;
- La educación puede ser también comunidad, territorialidad, ayuda mutua; como espacio para lograrlo junto con los otros, al mismo tiempo que los otros;
- La educación es el vehículo para la sociedad del conocimiento o el sitio para obtener certificados y acreditaciones, puntos y buenas notas;
- Es una violencia simbólica;
- Es institución y sistema;
- La educación es percepción, emoción y afecto;
- El hecho educativo adquiere a veces enfoque de valor agregado, otras de revelación profunda;
- La educación es panacea o nimiedad;
- La educación es escenario de materiales, prácticas, reflexiones, oposiciones, confrontaciones y soluciones;
- La educación es método, sistematización y disciplina.
- La educación es descubrimiento y significación;
- La educación es apropiación de conductas;
- Lo educativo es instrumento que pretende disminuir la desigualdad;
- La educación estandariza, modela y homogeniza; crea consenso;
- Educar es colaborar para encontrar significados e interrogarse sobre los mismos;
- La educación es cruce de caminos: superficie vistosa o profundidad modesta;
- Es el lugar de despegue de la revolución, la creación, el desarrollo, el futuro y la sustentatabilidad

A 352 años de que Juan Amos Comenio publicara su Didáctica Magna, Orbis Pictus (1658) e iniciara la Pedagogía como reflexión articulada sobre lo educativo, podemos decir que mucha agua ha corrido y seguirá corriendo sobre esa actividad sustantiva del hombre en este planeta y que reducir la educación a una palabra es un esfuerzo tonto, vano e inútil.

*Coordinador de la Maestría en Educación Ambiental de la Universidad Pedagógica Nacional. Unidad UPN 095. D.F. Azcpotzalco


Competencias, valores y desarrollo sustentable: Estaciones de un diálogo inacabado

Nancy Virginia Benítez Esquivel*

La agonía planetaria (…) es un todo que se nutre de (…) ingredientes conflictuales, crísicos, problemáticos, los engloba, los sobrepasa y los nutre a su vez.
Y ese todo lleva en su seno el problema de los problemas: la impotencia del mundo para convertirse en mundo, la impotencia de la humanidad para convertirse en humanidad.
Edgar Morin


I
Lejos de proponer una visión maniquea respecto de los temas elegidos, el presente artículo pretende ser una reflexión en torno a ellos, dadas algunas similitudes en su origen, el carácter instrumental que han adoptado para su generalización y las aficiones y oposiciones resultantes.

II
Nuestro mundo actual enfrenta una crisis. Nuestro mundo percibe, en el seno de su crisis que es necesario un pensamiento ético: Surge el discurso de los valores. Nuestro mundo percibe, en el seno de su crisis y que es parte del imperativo ético, que es necesaria una forma de vida que considere tanto las dinámicas de la naturaleza como la supervivencia de las generaciones futuras y surge el discurso del desarrollo sustentable. Nuestro mundo percibe, en el seno de sus crisis y en razón del imperativo ético, que es necesario educar para la vida y surge el discurso de las competencias. Desde luego, no han sido procesos tan automáticos, pero así podemos sintetizarlos para iniciar.

Cuando digo ‘nuestro mundo actual’ me refiero a la forma occidental que, en la era moderna, hemos adoptado, por diversas vías, como el legítimo y deseable modo de vida. Es ese modelo civilizatorio [1] que está muy arraigado en nuestro pensar y actuar. A fuerza de vivirlo, este modelo/modo/mundo nos presenta sus caras resultantes, sus sombras, sus contradicciones y percibirlas nos desubica, nos preocupa, nos angustia, nos cuestiona, nos amenaza, nos quita el sueño, nos interpela: es la crisis, ese estado de incertidumbre, de cuestionamiento, de inquietud, de angustia; es la crisis nacida del propio mundo actual. [2]

Según el lugar que se ocupe en el mundo, será la interpelación de la crisis y según ésta, la respuesta que se pueda dar. El mundo actual no es equitativo, el modelo sólo es encarnado –tal cual, con sus promesas cumplidas –por unos cuantos y funciona porque muchos quieren acceder a él. La crisis del mundo es interpretada de maneras diferentes y las respuestas son también distintas y diferenciadas sus posibilidades de impacto.

Para quienes se asumen desarrollados y reciben los beneficios del modelo, la situación de crisis –cuando llega a trascender la indiferencia y es percibida –puede ser una preocupación importante, y es lógico que sus respuestas se caractericen por buscar la menor afectación posible, por ello se adhieren a propuestas reduccionistas. Les toca ser los que dirigen, los que gobiernan, los que regulan, los que deciden sobre la educación. Son quienes tienen la legitimidad de su lado, los medios y el poder de determinar los contenidos válidos de todo ello.

Para la gran mayoría mundial de los que quisieran recibir los beneficios (ya son parte del modelo y lo nutren, pero se encuentran en desventaja para ser beneficiados) toca obedecer, ser los gobernados, los educados, los que sostienen el modelo con el acuerdo manifiesto a través del consumo. La crisis les significa una afectación profunda, inmediata y de urgencia que los lleva a levantar la voz y generar espacios de resistencia. Ello es percibido por el otro segmento y a veces es escuchado.

Puede haber sutiles cambios de posiciones, según el momento histórico (y el modo de producción) entre ambos segmentos. Incluso, llega a existir el diálogo entre ambas posiciones, se reconocen las banderas, se legitiman y se vacían de contenido para preservar el modelo. Hay transformaciones, pero generalmente no son sustanciales o estructurales.

En principio, reconocemos que el reto principal que impone la crisis del modelo es de humanidad. De humanización. El imperativo ético, por ejemplo, nacido de la inequidad, y la violencia diversificada, multipresente, es una llamada a que la especie humana se perciba a sí misma como tal. Percibir esto no es sencillo, pues la crisis es inherente al modelo –incluso se llega a sostener que sirve para afianzarlo –además, si se dice que la crisis es económica, ecológica o se le dimensione de cualquier otra forma, se logra el efecto de que sea percibida como algo abstracto, que no afecta la vida de las personas reales y presentes. Cuando es lo contrario. La esencia de la crisis está en el debilitamiento de las relaciones de los seres humanos entre sí y con su medio circundante, inmediato o mediato. Estas relaciones son mediadas por prácticas culturales, determinadas histórica y ambientalmente.

La discusión real que subyace, el rumbo que nos espera es el de la humanidad. En el requerimiento ético, en el imperativo de educar para la vida, en la base de la sustentabilidad en las relaciones ambientales está el tema de la humanidad, el reto de la humanización.

Desde nuestro punto de vista, las competencias, los valores y el desarrollo sustentable son propuestas que surgen del imperativo ético, relacionadas con algunas fracturas del modelo y, sin duda, apuntan al reto de construir humanidad.

Sin embrago, son negociaciones intermedias, legitimadas por el propio modelo, pues no cuestionan del todo el status quo y hasta lo favorecen. Parte de su esencia radica en que se convierten en instrumentos, sometiendo así la necesidad de transformación a la lógica del sistema y logrando reducir el pensamiento diverso que lo lleva a la agenda, a caminos simplificados e indefensos.

Aunque son avances en la discusión/diálogo/percepción de la situación crítica del modelo, tanto la indiferencia como la discusión excesiva en torno a ellos puede obnubilar la perspectiva, dado su carácter instrumental.

III
Quizá de las tres propuestas aquí planteadas, la que ha detonado más inquietudes –y es el punto de partida de este artículo –ha sido la de competencias. Ello se debe a los mecanismos de imposición que se han dejado sentir en los últimos años en todos los niveles educativos. Frecuentemente escuchamos que en países europeos y otros de América Latina, hace ya mucho tiempo que el discurso se adoptó y se abandonó, pero en México cobró relevancia hace muy poco. Es la reforma del preescolar la que inaugura la inserción del discurso, seguida de la de Secundaria con sus diferentes nombres. Este año (2009) trata de concretarse en la escuela primaria, en educación media superior y se aproxima a la educación superior. En estos ámbitos el denominador común es la falta de discusión y de sustentos sólidos al respecto, así como la sensación de que las competencias tienen que incorporarse por mandato político vertical. Punto. De manera muy clara lo vivimos en el proceso de diseño de la Maestría en Educación Básica que recién se abrió en las Unidades UPN del Distrito Federal: el primer año de ese programa tenía que enfocarse a las competencias porque es lo que se promueve en la Reforma de Educación Básica. Cabe comentar que en esta Unidad la temática en torno a las competencias fue y es objeto de discusión académica, con su consecuente resistencia, aún con la adopción y apertura del programa.

Sin embargo, dado su carácter instrumental, se hace notar un contingente importante de educadores que dicen dominar el trabajo por competencias, encabezado por profesoras de preescolar donde parece ser altamente viable ponerlo en práctica. Una fracción importante de este contingente son las autoridades, quienes lo han asumido como parte de su trabajo regulatorio, no sabemos si con plena convicción, pero sí como algo que hay que hacer. Esto es lo poco que alcanzo a percibir de la primaria, aún no escucho las voces de los maestros al respecto (y eso que trabajo con ellos).

Los profesores de secundaria comentan que no les aporta y que no lo entienden, cosa que no es de extrañar; peor sería que se preocuparan por adoptar el discurso por encima de la gran cantidad de prioridades y dificultades que enfrenta este nivel educativo en sus entrañas y que no se resuelven con ‘reformas’ de los planes de estudio. Las voces que percibo, desde mi muy lejano lugar, provenientes de la educación media superior y superior son de extrañeza, de ese primer impacto con sabor a imposición. Considero que gran parte de los profesores de primaria, secundaria, bachillerato y profesional conforman el otro gran contingente: los que no entienden, les parece indiferente o declaradamente están en contra de las competencias. Esta escisión sólo confirma el carácter instrumental de la propuesta. No parte del humano corazón, no va al humano corazón.

IV
Otro discurso que ha significado contrapunteos, desde el propio punto de vista, ha sido el de desarrollo sustentable. Como ya hemos visto, la crisis del modelo civilizatorio conlleva el imperativo de un replanteamiento que, por supuesto, pone en riesgo las ventajas que algunos obtienen de él, de ahí que pensar el mismo sistema con un matiz de armonía y verdor es la solución al problema, así, sin tener que ir a la raíz. Por ello, la década para el desarrollo sustentable promovida por la UNESCO ha recibido muchos menos cuestionamientos que el protocolo de Kyoto, y se ha difundido y oficialmente adoptado en todos lados, a pesar de las grandes diferencias y divergencias de cosmovisión originaria de los países occidentalizados a través de colonizaciones, del ‘subdesarrollo’ en el que se han etiquetado, de los desequilibrios importantes que estos países presentan en la escena mundial, cuando algunos países ‘desarrollados’ han logrado un desarrollo equilibrado a su interior, pero que depende del subdesarrollo exterior.

Es decir, la bandera del ‘desarrollo sustentable’ es una herramienta que –si no fuera por su carácter desarrollista –casi distrae a los ‘globalifóbicos’; ha sido adoptada como adorno discursivo de las políticas en diferentes países y, al menos en el nuestro, ha modificado muy poco las relaciones económicas y sociales con vistas a la sustentabilidad. Sí ha habido muchos cambios, pero en sentido contrario, como lo demuestran los movimientos sociales del corte de “Sin maíz no hay país”, o de los pueblos afectados ambientalmente, o las notas respecto de Granjas Carroll y Minera San Xavier, por citar pocos ejemplos.

En el campo de la educación ambiental, el programa de Maestría que se ofrece en la unidad –la más longeva del país en este campo –discute constantemente las contradicciones y debilidades de apellidar a la educación ambiental con “para el desarrollo sustentable” que neutralizaría su acción, su espíritu originario, por demás cuestionador del modelo civilizatorio. En ello no se desconoce que una revolución parcial en este campo se debe justamente a la propuesta de desarrollo sustentable, especialmente porque propone a la sustentabilidad como aspiración. Sin duda, el lograr que las relaciones humanas sean sustentables es un reto importante y motivador de más discusiones en las cuales evitar el polo desarrollista puede ser benéfico e incluso, impulsaría una nueva revolución en la educación ambiental a través de ampliar los canales de interlocución, de profundizar en la identidad humana-planetaria, de reencontrar/reconstruir el sentido de la vida.

Además de las discusiones mencionadas, la Maestría promueve también la intervención educativa en los diversos escenarios de procedencia de los maestrantes, cuando menos. Como una importante vía de discusión, en las propuestas que ellos realizan se cristalizan no sólo los planteamientos, también la necesidad de concreción y las actuaciones de quienes se introducen en el campo e intentan contribuir a su construcción. Tanto las tesis como la Revista Caminos Abiertos lo documentan.

V
Ahora bien, sólo como un apunte que preferimos no soslayar, toquemos apenas el asunto de los valores. Éste ha tenido otra suerte, toda vez que fue asumido por las instancias gubernamentales en códigos de ética que, a través de pósters, cursitos y folletos inundaron las oficinas de la administración pública el sexenio anterior (al tiempo que justificaron el uso de recursos públicos). El tema fue asumido muy alegremente por los medios de comunicación: cine, radio y televisión. No les significó transformaciones y sí grandes oportunidades de mercado que además los colocaron como promotores de la moralidad. Por supuesto, una moralidad fragmentada, abstracta y a su favor, que no cuestiona la moralidad del sistema.

La propuesta de los valores es el barniz ético para las actuaciones públicas de quienes detentan el poder, es el instrumento ideal que logra –como en 1994 lo decía Lipovetsky –la boda de la ética y el business. En ese momento, el autor de El crepúsculo del deber comentaba:

"Por un lado la business ethics reinsufla la idea de primacía de los valores morales, por el otro desvía su sentido tradicional, la ética se convierte en una auxiliar eficaz de lo económico. La conversión al bien excluye también el dolor de la pérdida o del sacrificio, quiere el deber economizando la pureza del corazón."[3]
Quizá pudiéramos complementar la última frase del pensador francés con algo como: quiere la buena conciencia sin el esfuerzo de pensar un poco más allá de la apariencia de las cosas, los fenómenos televisivos, las campañas políticas, el marketing. Como ejemplo sirva el teletón, la cruzada contra la piratería (especialmente de películas y música), y hasta la guerra contra el narcotráfico. En estos casos, hay un problema legítimo y existe también la necesidad de hacerle frente y hacerlo de manera colectiva, pero la solución propuesta no cuestiona el origen de cada problema y sí promete dividendos a unos cuantos.

Así, tenemos al alcance un valor para justificar cada comportamiento, especialmente la crítica –de los otros, los diferentes, los que están fuera de mi código y evadir la necesidad del diálogo en un mundo demasiado cargado de informaciones, de imperativos que demandan más decisiones de las que podemos procesar concienzudamente. Es así que el carácter instrumental de los valores es acogido sin muchas discusiones. Dice también Lipovetsky:

"Mediante la instrumentalización de la virtud que promociona, la ética de los negocios aparece como una figura ejemplar del posmoralismo democrático contemporáneo librando la obligación del lastre de cualquier idea de abnegación y absolutidad desinteresada: Ethics is good business."[4]
VI
Los valores, el desarrollo sustentable y las competencias son una suerte de moldes abstractos que se supone que los ciudadanos debemos llenar para ser partícipes de las transformaciones que exige nuestro momento histórico. Pero al ponerse en perspectiva, al ubicarse en contextos reales, pierden sentido fácilmente.

Ante ello tenemos tres opciones:
• Desconocerlos
• Hacernos su adeptos y dormir tranquilos
• Discutir y aprender sin perder de vista su origen, sentido y finalidad: la construcción de la humanidad con ellos, sin ellos y a pesar de ellos.

Ni la percepción catastrofista de la crisis, ni la racionalidad instrumental, ni una excesiva discusión nos inmovilizarán en el viaje que ya hemos emprendido a lo profundo. Vamos a no distraernos y sí a reconocernos como una especie planetaria, capaz de ajustar su mundo para una mejor convivencia en las esferas del yo, la alteridad y “oikos”.

Referencias
Boada, M. y Toledo, V. (2003). El planeta, nuestro cuerpo. La ecología, el ambientalismo y la crisis de la modernidad. Col. La ciencia para todos 194, México: SEP/FCE/Conacyt
Dussel, E. (2000) “El reto actual de la ética: detener el proceso destructivo de la vida”, en: Dieterich, H., et al (2000), El fin del capitalismo global. El nuevo proyecto histórico. México, Océano.
Lipovetsky, G. (1994) El crepúsculo del deber. Barcelona, Anagrama.
Morin, E. y Briggite, A. (1993) La agonía planetaria. Barcelona, Kairós.

Notas
*Profesora de la Universidad Pedagógica Nacional. Unidad UPN 095. D.F. Azcapotzalco.

1. Suscribimos la postura de Toledo respecto a la civilización como “una manera particular de concebir el mundo, de ensamblar a los seres humanos y de articular a éstos con la naturaleza” (Boada M. y Toledo, V., 2003: 114-115). Siguiendo a este autor, el modelo de civilización que está en crisis es el conjunto de similitudes megaestructurales que subyace “en el reticulado de las sociedades industriales contemporáneas, una suerte de ‘modelo supremo’ que todas las naciones en ‘vías de desarrollo’ son forzadas a imitar a través de un sinfín de mecanismos de lo que podríamos llamar la inercia global” (Op cit, p. 122, cfr.)
2. Interesa dar la voz a Enrique Dussel (2000: 146): “ningún acto, ninguna institución, ningún sistema de eticidad, cultura o lo que fuere, puede pretender ser perfecto. El problema del mal no es sólo mala voluntad, odio, etcétera; también es el mal inevitable por efecto de la finitud. La finitud lleva implícita la inevitabilidad de efectos negativos y previsibles”.
3. Lipovetsky, G. (1994:252) Subrayado del autor.
4. Lipovetsky, G. (1994:252) Subrayado del autor.




El enfoque por competencias: un nuevo paradigma docente.

Esmeralda Mendoza Garfias*


Comenzaremos describiendo algunos paradigmas de la historia de la educación para terminar con el enfoque por competencias, planteando finalmente un conjunto de competencias docentes que puedan hacer posible la introducción paulatina a este nuevo paradigma de la práctica docente.

A continuación mencionaremos los paradigmas educativos más importantes:

Paradigma Conductista: El conductismo surge como una teoría psicológica y posteriormente se adapta su uso en la educación. Esta es la primera teoría que viene a influenciar fuertemente la forma como se entiende el aprendizaje humano. Antes del surgimiento del conductismo el aprendizaje era concebido como un proceso interno y era investigado a través de un método llamado "introspección" en el que se le pedía a las personas que describieran qué era lo que estaban pensando.

Sus inicios se remontan a las primeras décadas del siglo XX, su fundador fué J.B. Watson. De acuerdo con Watson " para que la psicología lograra un estatus verdaderamente científico, tenía que olvidarse del estudio de la conciencia y los procesos mentales (procesos inobservables) y, en consecuencia, nombrar a la conducta (los procesos observables) su objeto de estudio". Las bases del conductismo watsoniano se encuentran en las obras de autores como Pavlov y Thorndike.

Paradigma Cognitivo: La teoría cognitiva determina que: "aprender" constituye la síntesis de la forma y contenido recibido por las percepciones, las cuales actúan en forma relativa y personal en cada individuo, y que a su vez se encuentran influidas por sus antecedentes, actitudes y motivaciones individuales. El aprendizaje a través de una visión cognoscitivista es mucho más que un simple cambio observable en el comportamiento.

Dos de las cuestiones centrales que ha interesado resaltar a los psicólogos educativos, son las que señalan que la educación debería orientarse al logro de aprendizaje significativo con sentido y al desarrollo de habilidades estratégicas generales y específicas de aprendizaje

Paradigma Histórico-social: Fué desarrollado por L.S. Vigotsky a partir de la década de 1920. Aún cuando Vigotsky desarrolla estas ideas hace varios años, es sólo hasta hace unas cuantas décadas cuando realmente se dan a conocer. Actualmente se encuentra en pleno desarrollo.

Para los seguidores del paradigma histórico-social:"el individuo aunque importante no es la única variable en el aprendizaje. Su historia personal, su clase social y consecuentemente sus oportunidades sociales, su época histórica, las herramientas que tenga a su disposición, son variables que no solo apoyan el aprendizaje sino que son parte integral de él", estas ideas lo diferencia de otros paradigmas

Gran parte de las propuestas educativas de las que estamos hablando giran en torno al concepto de Zona de Desarrollo Próximo (ZDP) y al tema de la mediación. Vigotsky define la ZDP como "la distancia entre el nivel real de desarrollo, determinada por la capacidad de resolver independientemente un problema, y el nivel de desarrollo potencial, determinado a través de la resolución de un problema bajo la guía de un adulto o en colaboración con otro compañero más capaz".

Paradigma Constructivista: Es una posición compartida por diferentes tendencias de la investigación psicológica y educativa. Entre ellas se encuentran las teorías de Piaget (1952), Vygotsky (1978), Ausubel (1963), Bruner (1960), y aun cuando ninguno de ellos se denominó como constructivista sus ideas y propuestas claramente ilustran las ideas de esta corriente.

El constructivismo es en primer lugar una epistemología, es decir, una teoría que intenta explicar cuál es la naturaleza del conocimiento humano. El constructivismo asume que nada viene de nada. Es decir que conocimiento previo da nacimiento a conocimiento nuevo.

Paradigma por competencias: Una competencia es el desarrollo de una capacidad para el logro de un objetivo o resultado en un contexto dado, esto refiere a la capacidad de la persona para dominar tareas específicas que le permitan solucionar las problemáticas que le plantea la vida cotidiana.

La educación basada en competencias constituye un esfuerzo sistemático con varios elementos claves o palabras claves (keywords), esto permite el manejo de un mismo lenguaje entre los involucrados (eficiencia) y los recursos que se tienen para la obtención de los resultados (eficacia).

El modelo pedagógico que involucra la formación por competencias pretende acabar las barreras entre la escuela y la vida cotidiana en la familia, el trabajo o la comunidad, propone establecer un hilo conductor entre el conocimiento cotidiano, el académico y el científico. Así, al fusionarlos plantea la formación integral que abarca conocimientos (capacidad cognoscitiva)), habilidades (capacidad sensorio -motriz), destrezas, actitudes y valores, en otras palabras: saber, saber hacer en la vida y para la vida, saber ser, saber emprender, sin dejar de lado saber vivir en comunidad y saber trabajar en equipo

La temática de las competencias nos involucra en la relación de cómo debemos ser profesores competentes, en lo que se refiere a lo que debemos hacer, formar a nuestros alumnos en competencias; es decir los propósitos de la práctica docente, sus contenidos y sus formatos.

En el nuevo paradigma docente, sobresalen las competencias (Perrenaud ,2004) que debemos poseer como docentes para realizar nuestra labor:
  • Organizar y animar situaciones de aprendizaje
  • Gestionar la progresión de los aprendizajes
  • Elaborar y hacer evolucionar dispositivos de diferenciación
  • Implicar a los alumnos en su aprendizaje y su trabajo
  • Trabajar en equipo
  • Participar en la gestión de la institución
  • Informar
  • Utilizar las nuevas tecnologías
  • Afrontar los deberes y los dilemas éticos de la profesión
  • Organizar la propia formación continua.
Sin embargo, si deseamos estar a la altura del Espacio Europeo de Educación Superior, debemos considerar además las siguientes competencias transversales :

-Capacidad de análisis y síntesis
-Capacidad de aplicar los conocimientos en la práctico
-Planificación y gestión del tiempo
-Conocimientos generales básicos sobre el área de estudio
-Conocimientos básicos de la profesión
-Comunicación oral y escrita en la lengua materna
-Conocimiento de una segunda lengua
-Habilidades básicas del manejo de la computadora
-Habilidades de investigación
-Capacidad de aprender
-Habilidades de gestión de la información
-Capacidad crítica y autocrítica
-Capacidad para adaptarse a nuevas situaciones
-Capacidad para generar nuevas ideas
-Resolución de problemas
-Toma de decisiones
-Trabajo en equipo
-Habilidades interpersonales
-Liderazgo
-Capacidad de trabajar en un equipo interdisciplinario
-Capacidad para comunicarse con personas no expertas en la materia
-Apreciación de la diversidad y multiculturalidad
-Habilidad para trabajar en un contexto internacional
-Conocimiento de culturas y costumbres de otros países
-Habilidad para trabajar de forma autónoma
-Diseño y gestión de proyectos
-Iniciativa y espíritu emprendedor
-Preocupación por la calidad
-Motivación por el logro

Para que estos nuevos roles de profesor y alumno sean asumidos por ambas partes, serán necesarios algunos años y una indudable voluntad de cambio, formación continua y apertura académica, sobre todo por el profesorado; ya que esto implica cambios en la forma de actuar de muchos profesores y alumnos.

Referencias
BARRIOS, Edgar, Gestión basada en competencias, OIT, 2000.
BUNK, G. P., “La transmisión de las competencias en la for¬mación y perfeccionamiento profesionales en la RFA”, en Cedefop, Revista de Formación Profesional, núm.1, Ber¬lín, 1994.
PERRENAUD, 10 nuevas competencias para enseñar: invitación al viaje. Barcelona. Graó, 2004.


*Profesora de la Universidad Pedagógica Nacional. Unidad UPN 095. D.F. Azcapotzalco.